¡Mierda, mierda, mierda, mierda...! De nuevo le perseguían. Había sido sorprendido por unos oficiales de policía en uno de los callejones oscuros de la ciudad. Corría con toda la velocidad que le era posible alcanzar, esquivando a los transeúntes y esperando despistar a los policías con alguno de sus repentinos giros por las calles. Quizás estos habían oído los rumores que corrían sobre él. En poco tiempo se le conocía, era escurridizo, apto para todo tipo de robos e intercambios. Solía llevar ...
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